Revista de Feria y Fiestas de Peñaflor 2013.

Muchos sois los que este año os habés sorprendido por el hecho de que no he participado en la Revista de Feria de Peñaflor. Aunque tengo mis motivos para haber rechazado la invitación a participar, tenía un artículo preparado para publicarlo.

 

Los que me conocéis, sabés que no soy precisamente una persona religiosa y que tal vez el hecho de que escriba sobre la Patrona de mi pueblo, sobre lo que significa su imagen para mí pudiera resultar por lo menos chocante ya sea porque no haya simpatía hacia los símbolos de la religión cristiana católica o no se esté de acuerdo con el survival del estado de barbarie que representa cualquier creencia religiosa.

 

Ahí van las reflexiones de mi artículo.

 

Eso que véis ahí es un montón de escayola, hierro, trozos de tela, joyas, pintura y encajes. Eso es obvio hablando materialmente. Pero emocionalmente es mucho más que eso. Sentimentalmente hablando, es un elemento de identidad y conector de los miembros de una comunidad que mira más allá de los materiales o de los rituales de veneración.

 

En ese objeto se enfocan los sentimientos tales como el miedo, la tristeza, el desasosiego y la frustración. Es una simple excusa para centrar la mente en algo que no tiene relación con el sentimiento negativo que nos atormenta. Lo mismo serviría si en vez de pensar en este objeto con nombre se pensara en un trozo de piedra, madera, hueso, trozo de silicio, papel, tela... 

 

La elección del objeto en el que centrar tus pensamientos siempre es personal pero puede influir en ella la comunidad, el entorno y la propia experiencia vital de cada persona.

 

 

La imagen de la Virgen de Villadiego está ahí siempre, inmutable a la vulnerabilidad humana y a todas sus equivocaciones. Cuando dudo, cuando tengo miedo, cuando me siento sola, cuando necesito un hombro en el que llorar, cuando necesito paz interior para afrontar un reto, ahí está. Ahí está ese trozo material cuya imagen me acompaña desde el día que nací y formé parte del pueblo de Peñaflor.

 

Más allá de toda la parafernalia que acompaña el sentimiento de devoción que lleva a cabo la comunidad al completo como muestra pública de sentimiento unificador, se encuentra el acto individual e íntimo de cada individuo. 

 

Cada persona decide cómo y cuándo elegir el mejor método para controlar sus miedos. Cada persona elige la mejor técnica de abstracción para evadir aquel sentimiento negativo que pueda aparecer en su vida. Por esto mismo, esta elección tan sumamente ítima nunca impuesta, ha de ser respetada celosamente por todos de la misma manera que todos debemos respetar la elección de otros aunque sean tan diferentes de las nuestras que entren en conflicto.

 

En los momentos de mayor miedo y sensación de desamparo durante mi infancia he cerrado los ojos con fuerza mientras que miles de lágrimas han recorrido mis mejillas y he pensado "Virgen de Villadiego, no me dejes sola yo confío en ti". 

 

Recientemente he pasado por una experiencia bastante desagradable donde nada terrenal podía darme esa tranquilidad para afrontar mi propio miedo ante esta situación de la que os hablo. Durante esos segundos en que he temido por mi vida y al no poder defenderme y hacer nada para evitarla, este pensamiento me ha ayudado hasta que ha pasado todo.

 

Sin saber el por qué, busqué dentro de mis recuerdos y en los recuerdos colectivos de mi propia comunidad, de mi pueblo, y encontré que siempre que se ha sentido abandono se ha recurrido a la invocación de la representación de la Virgen María no se sabe muy bien por qué.

 

Escribiendo esto, vuelvo a llorar pero de emoción por haber sobrevivido de lo que podría haber sido el final de mi vida. En estos momentos agradecer a mi pueblo es poco, agradecer al imaginero de cuyas manos salió el rostro de la Virgen de Villadiego es poco, agradecer a quienes han hecho los trajes que luce siempre y simboliza la superioridad humana es poco, agradecer a quienes cuidan de esta talla y de las pertenencias que la rodean es poco porque han hecho entre todos que un simple objeto desvíe mi pensamiento en un momento difícil y gracias a ello sobrellevarlo mejor.

 

Si hubiera pasado lo que tenía que haber pasado, tal vez hoy no estarías leyendo esto y mi opinión y mis sentimientos hubieran sido silenciados. Por lo tanto, seguiría el pensamiento que siempre he mostrado de persona aconfesional y no muy religiosa.