De cómo no nos salimos con la nuestra.

El ser humano, como animal imperfecto que es, está condenado a equivocarse infinitas veces más una y rara vez aprenderá la lección de sus errores.

 

Son esos simples errores, los más cotidianos, los que cuestan más de reconocer y subsanar ya que no les damos excesiva importancia.

 

Hay metudaras de pata grandísimas, capaces de destruir a toda la humanidad y que no se arreglan pidiendo disculpas pero hay otras veces que tan solo con un "perdón" a tiempo se soluciona.

 

Todos, absolutamente todos, estamos condenados a equivocarnos y todos nos merecemos por lo menos intentar rectificar. Pero, también, tenemos derecho y el deber indiscutible de saber perdonar y considerar la posibilidad de ayudar a la otra persona a desfazer el entuerto.

 

Otras tantas veces, no solo es pedir perdón, sino aceptar las consecuencias y aprender del error. Muchas veces insistimos una y otra y otra vez sin darnos cuenta que eso empeora las cosas.

 

Si has cometido un error con alguien, acéptalo, y recuerda la lección para que con otra persona no lo vuelvas a cometer.

 

La experiencia me dice que cuando se comete un error y no se subsana a su tiempo, las consecuencias encallecen y aumentan día a día, hora a hora, minuto a minuto hasta que llega un momento que ya no tiene más remedio que dar por perdido lo dañado.

 

Esta reflexión viene a cuento de la cantidad de cosas que acarrean los errores no reconocidos y que es tan fácil echar la culpa a alguien en vez de apechugar a las consecuencias... Es muy fácil equivocarse y tan difícil aprender del error, es fácil tomar una decisión y tan complicado tomar la correcta. Es tan fácil esconderse detrás de alguien y esperar a que otros arreglen nuestras mentiras y nuestros errores y tan difícil afrontar los problemas uno mismo...

 

En estos tiempos convulsos de aguda crisis no solo económica sino también de valores morales y éticos y donde bajo el nombre de "justicia" se esconde la palabra "venganza" en muchos casos, en los que los cobardes quieren atacar a los inocentes azuzando a los perros aun más inocentes y que se limitan a cumplir órdenes de la tiranía para poder llevarse a la boca un trozo de pan mohoso o un puñado de trozos de metal llamado dinero.

 

A esos que abusan del trabajo de los demás, a esos desgraciados que hacen perder el tiempo a la sociedad tarde o temprano tendrán su castigo y tendrán que abonarlo si no con dinero, en especie.